miércoles, 19 de agosto de 2009

400 Años de la expulsión de los moriscos de La Ribera


En el actual año de 2009, la historia nos hace recordar que hace 400 años fueron obligados a abandonar sus casas y posesiones, los descendientes de las gentes que poblaban las comarcas de La Ribera a la llegada del rey Jaime I y que cuando este llegó, se encontró con una sociedad completamente diferente a la que él representaba. No existía el feudalismo, es decir, que a diferencia de los conquistadores, no había “Señores” dueños de vidas y haciendas, sino hombres libres, pequeños propietarios más o menos acomodados que cultivaban sus tierras, ejercían sus oficios libremente y pagaban sus impuestos. Dicho de otro modo; Jaime I se encontró con una sociedad mucho más avanzada y organizada de lo que nunca podía imaginar. Estos eran los árabes que vivían en la zona de La Ribera.
A partir de la conquista se les impuso las normas feudales y señoriales. Las formas tributarias árabes desaparecen, pasando todos los bienes, casas y moradores a depender de un Señor Feudal, es decir que se les impone una especie de “esclavitud” en la que prácticamente todos los beneficios pasan a manos de su “señor”.
La historia del siglo XIII valenciana, antes que nada, es la conquista violenta y la colonización forzosa de un país islámico por la monarquía catalano-aragonesa y por una sociedad cristiana en plena expansión.
A la llegada de Jaime I a Valencia, el rey moro de la ciudad Abu Seït, accede a pagar como tributo al rey conquistador, el 50% de todas las rentas del reino. Poco tiempo después renuncia a todos sus derechos en favor del rey aragonés y llegó a “convertirse” al cristianismo, perdiendo así todos sus bienes, por lo que los Nobles cristianos se apoderaron de casi todo el reino sin ninguna obligación feudal hacia Jaime I, aunque ellos sí que la aplicaron a sus súbditos.
De esta forma en las comarcas ribereñas igual había Señores cristianos que Señores moros y coexistían dos culturas completamente diferentes: cristianos y musulmanes.
A estos últimos se les coaccionaba de todas las formas posibles para que se convirtieran al cristianismo y de hecho se convirtieron aparentemente, ya que en secreto mantenían su culto al Islam. A estos conversos se les conoce con el nombre de Moriscos.
A medida del paso de los años, entre estas dos sociedades, van aumentando los conflictos tanto sociales como religiosos debido a la gran diferencia de su forma de ser. El gran problema era la religión, ya que los moriscos reconocen con orgullo, que es Islam no es solo una religión sino una forma de ser y un estilo de vida, por lo que es imposible separar el aspecto religioso del cultural y del social, mientras que el cristianismo se basa solamente en la Fe independientemente de su forma de ser o de vivir o sea de su cultura.
Ante tales circunstancias los moriscos vivían entre dos religiones: la Cristiana, cuya práctica externa se ve forzado a cumplir, y el Islam que practica secretamente.
El Islam permitía que en el caso de peligrar la vida del creyente, este podía practicar exteriormente el cristianismo siempre que interiormente permanezca fiel a la doctrina musulmana. Esta doble vida exasperaba a las autoridades religiosas cristianas.
Los moriscos valencianos eran posiblemente los más islamistas del conjunto español y mantenían una clara postura contraria al cristianismo.
Como en las comarcas ribereñas – al igual que en todas las valencianas – había por igual Señores cristianos como Señores musulmanes, en las alquerías y poblados dominados por estos últimos, se practicaba abiertamente el Islam bajo el amparo de sus Señores que encubrían y protegían a sus vasallos.
Los moriscos rechazaban básicamente los dogmas cristianos de la Trinidad, la Encarnación, la Redención y la Resurrección, así como el poder mediador de la Iglesia que se atribuye la “exclusiva” para la salvación del alma. Como rechazaban también los Sacramentos y en particular la Eucaristía, el Patriarca Ribera, llegó a prohibir la administración de los Sacramentos a todos los moriscos.
Cuando Jaime I conquista nuestras comarcas, se establece una coexistencia entre las dos culturas, pero con el paso del tiempo, la situación llegó a tal extremo que cerradas todas las vias posibles para tal convivencia, la sociedad cristiana impone la obligación no solo de la práctica religiosa sino también la cultural en su sentido más amplio.
Ahora la intransigencia cristiana no alcanza solo a los moriscos, sino que afecta tambien a los judios a los que se les obliga a identificarse plenamente con las pautas culturales cristianas.
En un principio, las Cortes Valencianas apoyadas por los Señores Feudales -que tratan de proteger a sus servidores moriscos -, tratan de suavizar esta represión y solicitan que el Santo Oficio (Inquisición) se inhiba del problema, para intentar de esta forma una integración gradual entre ambas comunidades, pero ante la evidente resistencia cultural morisca a la conversión, surge una postura intransigente impuesta por amplios sectores del clero católico que pretende doblegar la resistencia morisca “por la fuerza”. En esta linea se situan el Virrey y Arzovispo Juan Ribera y el dominico Padre Bleda, pero el Obispo de Segorbe Martín de Salvatierra, mucho más radical, propone el exterminio físico de todos los moriscos. Afortunadamente esta última postura no prosperó.
Triunfa la postura menos radical que propugna una “represión suavizada” que afectará a las principales ceremonias musulmanas y que pronto se extendera tanto a los aspectos culturales como a su idioma y a su forma de vestir. Se controla al clero musulmán y se presiona a sus Señores para que favorezcan la cristianización de sus vasallos y les prohiban las prácticas islámicas. De esta forma, los moriscos, gentes libres antaño, quedan totalmente sometidos a su Señor dando comienzo a una doble explotación económica. Por una parte pagan impuestos al Señor Feudal como señor jurisdicional y por otra parte pagan el arrendamiento de las tierras que trabajan a los propietarios de ellas, que son pequeños terratenientes.
En visperas de su expulsión, había cinco grandes Señores: El Duque de Gandía, el Duque de Segorbe, el Duque de Maqueda y Marques de Elche, el Marques de Guadalest y Pedro Centelles de Borja, cada cual con una jurisdición sobre más de mil casas y tenían bajo su dominio a mas del 30% del total de la población musulmana.
La postura se fue endureciendo respecto a los moriscos, hasta que durante el reinado de Felipe III y siendo Virrey de Valencia Juan de Ribera, se procede en 1609 (hace 400 años) a dictar orden de expulsión, dejando despoblados numerosos nucleos urbanos, sus tierras sin cultivar, la ganadería abandonada y la ruina económica de sus Señores Feudales.
Aunque la orden de expulsión de los moriscos se lleva a cabo durante el reinado de Felipe III, en realidad esta fue aprobada durante el reinado de su padre Felipe II coincidiendo con la clausura del Concilio de Trento que dictamina: ¡ O convertirse o expulsarlos !.
Fue de esta forma como la mano de obra dócil y barata, subyugada, atemorizada y explotada por las clases dominantes, desaparecen casi totalmente de la escena. No todos se fueron. Algunos se quedaron bajo el disfraz de falsos conversos.
Los expulsados eran mayoritariamente agricultores, ganaderos, albañiles y constructores, lo que mermó sustancialmente las rentas de los Señores Feudales y de la propia iglesia. Este desastre económico y social, trataron de resolverlo repoblando las tierras con cristianos traidos de otros lugares, pero estos no tenían ni la sabiduría ni la experiencia de los expulsados, ni por supuesto su docilidad, hecho que agravó mucho más el declive económico.
Ahora, en 2009, recordamos con tristeza aquellos hechos. Se expulsaron a personas tan valencianas como nosotros, hace 400 años, por el simple hecho de tener diferentes costumbres.