La mañana amaneció reluciente, como día primaveral que era, con su calorcito, viento suave de poniente, el cielo con las típicas nubes de primavera, estación en la que el verano pelea contra el invierno para que este deje paso al calor, con mucha humedad debido a la cercanía del Mediterráneo y a la evaporación del agua tibia de los arrozales, en fin, un esplendido día para disfrutar de un paseo por el campo o por la playa, - al menos así lo prometía-, por lo que planeé pasar el día siguiente de pic-nic por la huerta o por las marjales.
En esta época anidan muchas aves acuáticas en las acequias por lo que con un poco de suerte y paciencia, podría tomar algunas instantáneas bastante bonitas con mi cámara fotográfica. -En ese momento no me imaginaba que las fotos que dispararía iban a ser tan diferentes-.
A partir del medio día y como es normal en el litoral mediterráneo, el viento suele cambiar de dirección, pasando de poniente a viento de levante o dicho de forma más vulgar, de viento del Oeste a viento del Este, con lo cual, comienza a entrar aire húmedo del mar que al sumarse con la humedad de los arrozales, da lugar a una calima y a una sensación térmica bastante elevada y con la condensación del vapor, se empiezan a formar nubarrones, con lo que el pic-nic proyectado, comenzaba a peligrar.
Al llegar la noche, la luna llena, dejó entrever que seguramente habría un cambio de tiempo para el día que se aproximaba, ya que los nubarrones formados por la tarde, apenas dejaban espacio para poderla observar.
Los primeros truenos de la tormenta que se avecinaba, se dejaron oír al filo de la media noche y sus relámpagos iluminaban sus entrañas. Ningún rayo caía desde el cielo a la tierra, la batalla era entre las propias nubes, compitiendo entre ellas para ver cual era el más luminoso.
Las primeras luces del alba, me disiparon las dudas (si es que alguna quedaba) de que el aguacero que se aproximaba iba a ser intenso, seguramente corto -un par de horas o tres, a lo sumo- pero muy intenso, ya que el cielo lucía un vestido negro, oscuro, como de luto.
Y dio comienzo el temporal, vendaval de lluvia y viento de levante.
Los cristales de las ventanas de mi casa, salieron a su paso para recibir al liquido elemento y poder tomarse así una buena ducha refrescante y relajante.
Como era de prever, poco más de dos horas después, había pasado prácticamente toda la tormenta quedando tan solo unos pocos resquicios de ella
y pudiendo ver el frente lluvioso como se alejaba hacia el interior, hacia las montañas, hacia el Oeste.
Bueno, como no hay mal que para bien no venga, no pude salir al campo, pero aproveché para fotografiar la tormenta y así poder colgar este post en el blog.
Un saludo.
miércoles, 10 de junio de 2009
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Me ha encantado ir viendo el cambio de los cielos. Una hermosura...
ResponderEliminarUn beso.
Hola Sak.
ResponderEliminar¿Sabes cuando me encantan a mi las tormentas?
Pues, cuando he pasado las noches por el campo o cuando he estado acampado en los montes.
Te voy a contar una anécdota. Hace 25 años. Mes de Agosto. Estaba veraneando en el pueblo de Agres (Alicante)y decidimos subir a la cima de la Sierra Mariola. Eramos cuatro personas.
En la misma cima, hay un refugio para montañeros que pertenece a la ciudad de Alcoy, pero estaba cerrado.
En cuestión de minutos, se formó una tormenta eléctrica entre la cima y la falda de la montaña (el pico mas alto es el Montcabrer)y nos sorprendió en la parte alta y con el refugio cerrado.
He pasado varías tormentas electricas y en algunas me he preocupado, pero ese día y en la cima de la montaña, pasé miedo.
Los rayos no los veías pero oías el zumbido que producen las chispas eléctricas cuando rasgan el aire y los truenos al unísono, hacían temblar la montaña. Estabamos en el centro de la tormenta. Fue angustioso, pero una inolvidable experiencia.
Un beso, amiga Sak.
Yo las temo...
ResponderEliminarTe gustaría estar en el pueblo que voy yo. Se sienten ahí mismo, y los rayos, más de una vez han entrado en las casas. A mí me da terror.
Un beso.